martes, 26 de agosto de 2008

Vilém Flusser


Vilém Flusser es un filósofo, teórico de los medios, de origen checo, que hizo de la imagen técnica y su función en la sociedad post-industrial, de los aparatos y medios culturales de la comunicación, desde la máquina fotográfica hasta el ordenador, su reflexión teórica fundamental. De allí que su principal ocupación fuera, en el fondo, la cultura de la imagen: nuestro futuro cultural inmediato. La imagen actual es una “imagen técnica”, se dirá también

“imagen sintética (E. Couchot), una superficie con significado que puede ser trasladada de un

soporte a otro, que se aprende con una sola mirada y que es generada por aparatos ya programados. No las hace más la mano humana, como es el caso de las imágenes que las antecedieron (pinturas, vitrales, tapices o mosaicos). Lo esencial que la caracteriza es que a diferencia de éstas, la imagen técnica parece despreciar su soporte material. La información, el mensaje no se pega a él como lo hacía el óleo en la tela (pudiendo trasladar la imagen de un soporte de vídeo, por ejemplo, a uno digital o electromagnético donde es almacenado o proyectado) y, por lo m ismo, no posee ya s un valor como objeto en sí sino como pura información, como un mapa ordenador del mundo de las escenas que significa, “como un sistema de símbolos bidimensionales capaz de significar escenas”, dirá el teórico checo.

Al desistir de la realidad material, el hombre de la nueva sociedad ha ido cambiando asimismo el sentido de posesión de los objetos, el significado de conceptos como el de distribución o de propiedad de los objetos que muestran las imágenes. La nueva “sociedad de la infor mación” parece querer superar tales conceptos. Piensa que los “valores (estéticos, éticos o epistémicos) y la “realidad”, esto es, el “deber ser y el “ser residen, de ahora en adelante, en el mundo de las imágenes. Y únicamente quien pueda descifrar la imagen podrá ver a través de ella su significado. El soporte material será siempre el “significante y el mundo de las escenas el “significado”, lo abstraído del mundo concreto. El mundo de afuera servirá pronto sólo de pretexto, pues es la imagen, en definitiva, la última realidad. Efectivamente, la imagen no es s simbolización de un “afuera sino materialización en el software o hardware por ejemplo, de los productos de conceptos científicos. Una sociedad que viva, sienta, se emocione, piense y actúe en función de filmes, de la tv, de vídeos, de juegos electrónicos, fotografías u otras realidades virtuales, no pareciera tener que descifrar s tales imágenes, que se leen en su superficie sin necesidad de explicación o critica alguna; solo que verlas no es idéntico a ver frescos etruscos o las cuevas de Altamira, ya que no significan el entorno inmediato en que vivimos. Tales imágenes parecen ser síntomas de un mundo, de situaciones significadas por las escenas de ese mundo abstraído y bidimensional. Un dato del mundo, en donde el poder socio-económico se ha ido trasladando, cada vez más, de los propietarios de los objetos (materias primas, energías, máquinas) a los detentadores o productores de la información, a los “programadores”. Donde el mundo objetivo que pareciera ir en decadencia consigue hacer que el mundo simbólico emerja como centro de interés existencial, haciéndonos olvidar su carácter irreal para entregar nuestra fe y confianza a lo virtual como sede última del valor y de lo real. Tal mundo es el que tendrá que modelar la acción y la experiencia s íntima del hombre en el futuro. ¿Qué otro empeño actual podría hacerlo? Y ¿por qué rechazarlo o criticarlo?

Descendiente de una erudita familia judía, Vilém Flusser nace en Praga el 12 de Mayo de 1920. En 1939 huye a Londres, emigrando un o después, ya expatriado, a la emergente ciudad de Sao Paulo donde se asentará por s tres décadas antes de buscar emigrar otra vez a Europa. Paralelamente a sus estudios informales de filosofía y ciencias, trabajó diez años como manager para una firma familiar, las industrias radio -electrónicas Stabivolt de Brasil, donde permaneció hasta 1961, o que da inicio a su actividad educadora, primero en casa, con un grupo reducido de alumnos, enseñando filosofía del lenguaje y s tarde arte dramático, cine y teoría de la comunicación en escuelas técnicas superiores y en la Universidad de o Paulo. Fue profesor visitante en distintas universidades de Europa y Estados Unidos. Llamado también por el gobierno brasileño a conformar el consejo de la Bienal de Arte de Sao Paulo (1964). Partícipe de varias publicaciones en periódicos y revistas de todo

el orbe, libros en portugués, alemán y francés, han sido éstas quienes se han encargado en el último tiempo de difundir sus ideas s innovadora en torno a una teoría de los medios o “comunicología -como él la enseñase. Una teoría que se ocupa de la transmisión, el almacenamiento y la re-producción de la información, las formas y códigos como esto se sucede desde las cuevas hasta la tecnología actual de la información, haciendo suya también la crisis o la última revolución cultural en la que se halla inmerso el hombre moderno, cercado de una marea de indescifradas y fascinantes “imágenes técnicas que no hacen sino condicionar la experiencia, el sentir y el saber de la sociedad post-industrial o pos-histórica. Donde pareciera no haber evento alguno allí donde falta la imagen que lo cubra, informe o grabe.

“Por una filosofía de la fotografía (1983) ha sido el texto clave que dio a conocer a Flusser en Europa, un texto vertido a s de diez lenguas. Flusser presenta allí esta relación del hombre con la imagen técnica, la relación dialéctica entre “aparato y funcionario”. Pone énfasis en la fotografía como un minuto de cambio en la cultura, de cesura entre la vieja imagen tradicional y la nueva imagen técnica. Un cambio de paradigma fundamental como lo fuera también el tránsito de la cultura oral a la cultura escrita (E. Havelock, M. Mc-Luhan, W. Ong). Esa es la tarea asignada hoy al pensamiento, y a ella dedicó Flusser su obra, situando de antemano la razón última que dirige a la comunicación humana: “El objetivo de la comunicación humana es hacernos olvidar el contexto de insignificación en el que estamos totalmente solos e incomunicados, es decir, aquel mundo en el que nos sentamos condenados a la individualidad y a morir: el mundo de la naturaleza. Nuestro mundo vive desde y en ese mundo de las imágenes técnicas y la escritura va perdiendo cada vez s en grosor y relevancia. El universo de fotos, films, vídeos, pantallas de tv y terminales de computación recogen hoy la función encargada otrora a los textos escritos, ellos han de ser los soportes futuros de las informaciones s importantes para la vida. La memoria ortopédica del hombre. Sus consecuencias son n desconocidas. El hombre ha comenzado a experimentar, conocer y valorar el mundo ya no como texto unidimensional, procesual e histórico sino en forma bidimensional, como superficie, como contexto, como escena. Y no saber descifrarlo bien lo hace presa fácil de ese ritual mágico de su fascinación inmediata. Y puesto que nuestra vida depende, a diferencia del animal, mucho s de la información obtenida por el saber adquirido en lugar del heredado genéticamente, la estructura del soporte de la información es crucial y decisiva para nuestro modo de conocer, valorar y actuar, lo que ha de provocar una mutación necesaria del pensar, un cambio radical de nuestro inmediato ser en el mundo. Tal es lo que el checo ha llamado la “cris is actual de la cultura”. Vilém Flusser muere el 27 de noviembre de 1991 en un accidente de tránsito, cerca de la frontera checo-alemana. De sus textos, se han publicado ya algunas obras escogidas en diez volúmenes: la Edition -Flusser, editada por Andreas Müller-Pohle, en Göttingen: European Photography. Su legado, todavía en plena revisión, se halla ubicado en el Archivo-Flusser de la Academia de Arte para Medios, en la ciudad de Colonia, Alemania.


Breno Onetto

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