lunes, 9 de marzo de 2009

Sobre los objetos técnicos


Hasta hoy la realidad del objeto técnico pasó a un segundo plano, detrás del trabajo humano. El objeto técnico ha sido aprehendido a través del trabajo humano, pensado y juzgado como instrumento, adyuvante o producto del trabajo. Ahora bien, habrá que poder operar, a favor del mismo hombre, una inversión que permitiera a lo que hay de humano en el objeto técnico aparecer directamente, sin pasar a través de la relación de trabajo. Es el trabajo lo que debe ser conocido como fase de la tecnicidad, y no la tecnicidad como fase del trabajo, porque la tecnicidad es el conjunto del cual el trabajo es una parte, y no a la inversa.

Es insuficiente una definición naturalista del trabajo: decir que el trabajo es la explotación de la naturaleza por parte de hombres en sociedad es reducir al trabajo a una reacción elaborada por el hombre considerado como especie frente a la naturaleza, a la cual se adapta y lo condiciona. Aquí no se trata de saber si este determinismo en la relación naturaleza- hombre tiene un sentido único o implica una reciprocidad; la hipótesis de una reciprocidad no cambia el esquema de base, a saber, el esquema de condicionamiento y el aspecto relacional del trabajo. En este caso, el trabajo es lo que da sentido al objeto técnico, y no el objeto técnico lo que da sentido al trabajo. El trabajo es la actividad por la cual el hombre realiza en sí mismo la mediación entre la especie humana y la naturaleza. Decimos que en este caso el hombre opera como portador de herramientas, porque en esa actividad actúa sobre la naturaleza y sigue paso a paso esta acción. Hay trabajo cuando el hombre no puede confiar al objeto técnico la función de mediación entre la especie y la naturaleza, y debe realizar él mismo, a través de su cuerpo, su pensamiento, su acción, esta función de relación. Por el contrario, cuando el objeto técnico está concretizado, la mezcla de naturaleza y de hombre está constituida en el nivel de ese objeto; la operación sobre el ser técnico no es exactamente un trabajo. En efecto, en el trabajo el hombre coincide con una realidad que no es humana, se pliega a esa realidad, se desliza de alguna manera entre la realidad natural y la intención humana; el hombre en el trabajo modela la materia según una forma, llega con esta forma, que es una intención de resultado, una predeterminación de lo que hay que obtener al término de la obra. Esta forma – intención no forma parte de la materia sobre la que trata el trabajo; expresa una utilidad o una necesidad para el hombre, pero no se desprende de la naturaleza; el trabajo es una actividad que llega a hacer coincidir, a hacer sinergias, dos realidades tan heterogéneas como la materia y la forma.


De este modo, el objeto técnico aporta una categoría más vasta que la del trabajo: el funcionamiento operativo. Este funcionamiento operativo supone en su base, como condición de posibilidad, un acto de invención. Ahora bien, la invención no es un trabajo; no supone una mediación, llevada a cabo por el hombre somato-psíquico entre la naturaleza y la especie humana. La invención no es sólo una reacción adaptativa y defensiva. Es una operación mental, un funcionamiento mental que es del mismo orden que el saber científico. El pensamiento técnico está presente en toda actividad técnica, y es del orden de la invención; puede ser comunicado, autoriza la participación.

Entonces, por encima de la comunidad social de trabajo, más allá de la relación interindividual, que no está soportada por una actividad operativa, se instituye un universo mental y práctico de la tecnicidad en el cual los seres humanos comunican a través de lo que inventan. El objeto técnico considerado según su esencia, esto es, el objeto técnico en la medida en que ha sido inventado, pensado y querido, asumido por un sujeto humano, se convierte en el soporte y el símbolo de esta relación que querríamos denominar transindividual. El objeto técnico puede ser leído como portador de una información definida.


Se puede entender por transindividualidad una relación que pone a los individuos en relación, pero no mediante su individualidad constituida, separándolos unos de otros, ni mediante aquello que hay de idéntico en todo ser humano, por ejemplo las formas a priori de sensibilidad, sino mediante esta carga de realidad preindividual, esta carga de naturaleza que es conservada en el ser individual, y que contiene potenciales y virtualidad. El objeto técnico que sale de la invención técnica lleva consigo algo del ser que lo ha producido, expresa aquello de ese ser que está menos ligado a un hic et nunc.


El trabajo concebido como productivo, en la medida en que proviene del localizado hic et nunc, no puede tener en cuenta al ser técnico inventado; no es el individuo quien inventa, es el sujeto, más vasto que el individuo, más rico que el, y que lleva consigo, además de la individualidad del ser individuado, una cierta carga de naturaleza, de ser no individuado.

Ahora bien, los problemas del trabajo son los problemas relativos de la alienación causada por el trabajo, y esta alienación no es sólo económica por el juego de la plusvalía; ni el marxismo, ni ese contramarxismo que es el psicologismo, pueden encontrar la verdadera solución, porque ambos ubican la fuente de la alienación por fuera del trabajo. No queremos decir que la alienación económica no exista, pero puede ser que la causa primera de la alienación esté de modo esencial en el trabajo, y que la alienación descrita por Marx no sea más que una de las modalidades de esta alienación.


Si esta hipótesis es cierta, la verdadera vía para reducir la alienación se encuentra en el nivel del colectivo transindividual. El objeto técnico hizo su aparición en un mundo donde las estructuras sociales y los contenidos psíquicos han sido formados por el trabajo: objeto técnico es entonces introducido en el mundo del trabajo en lugar de crear un mundo técnico que tiene nuevas estructuras.


Entonces, la máquina es conocida y utilizada a través del trabajo y no a través del saber técnico; la relación del trabajador con la máquina es inadecuada, porque el trabajador opera sobre la máquina sin que su gesto prolongue la invención. El hombre conoce lo que entra en la máquina y lo que sale de ella, pero no lo que hace: incluso en presencia del obrero, ella realiza una operación en la cual el obrero no participa, aún si la dirige o la alimenta. Dirigir todavía es permanecer externo a lo que se dirige, cuando el hecho de dirigir consiste en desplegar según un montaje preestablecido, hecho para esa puesta en marcha. La alienación del trabajador se traduce en la ruptura entre el saber técnico y el ejercicio de las condiciones de utilización. Esta ruptura es tan pronunciada que en un gran número de fábricas modernas, la función de reparador es estrictamente distinta de la del utilizador de la máquina, es decir, del obrero, y los obreros tienen prohibido arreglar ellos mismos su propia máquina. Ahora bien, la actividad de reparación es lo que prolonga más naturalmente la función de invención y de construcción: el arreglo es una invención perpetua a pesar de ser limitada. En efecto, la máquina no es arrojada de una vez y para siempre a la existencia a partir de su construcción, sin necesidad de retoques, de reparaciones, de ajustes. La alienación fundamental reside en la ruptura que se produce entre la ontogénesis del objeto técnico y la existencia de ese objeto técnico.

Los objetos técnicos que más producen alienación son aquellos que también están destinados a usuarios ignorantes. Estos objetos se degradan progresivamente: nuevos durante un tiempo, se devalúan al perder este carácter, porque sólo pueden alejarse de sus condiciones de perfección inicial. La funda de los órganos delicados indica este corte entre el constructor, que se identifica con el inventor, y el usuario, que adquiere el uso del objeto técnico únicamente por un procedimiento económico; la garantía concretiza el carácter económico puro de esta relación entre el constructor y el usuario; el usuario no prolonga de ninguna manera el acto del constructor; mediante la garantía el usuario compra el derecho de imponer al constructor de volver a su actividad si la necesidad lo requiere. Por el contrario, los objetos técnicos que no están sometidos a este estatuto de separación entre la construcción y la utilización, no se degradan con el tiempo; son concebidos para que los diferentes órganos que los constituyen puedan ser reemplazados y reparados en el curso de la utilización, de manera continua: el mantenimiento no se separa de la construcción, la prolonga y, en ciertos casos, la realiza.


De este modo, la alienación que proviene del corte artificial entre la construcción y la utilización, no sólo es sensible en el hombre que emplea la máquina, trabaja sobre ella y no puede impulsar su relación con ella más allá del trabajo; repercute también en las condiciones económicas y culturales del empleo de la máquina y en el valor económico de la máquina, bajo la forma de una devaluación del objeto técnico, tanto más rápida cuanto más acentuada sea esa ruptura.

Gilbert Simondon

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