viernes, 28 de septiembre de 2007

Fluidez e historiografía

¿Cuál es el lugar, del Historiador, hoy? En un contexto al que llamamos de diversas formas: fluidez, información, dispersión. De lo que se trata es de discutir y comprender a qué se enfrenta la historiografía en nuestra contemporaneidad y esbozar cuál es la posición subjetiva más acorde a la velocidad de los acontecimientos.
La relación de la que partimos es la siguiente: la experiencia del tiempo determina la concepción de la historia y a la vez la función social del historiador, la posición del discurso histórico en el cuerpo social.
La vita contemplativa pareciera que fue el ideal compartido tanto por los clásicos como por los cristianos escolásticos. Determinado por esta formación discursiva el rol del histor no puede ser otro que el de contemplar, mirar y aceptar el tiempo trascendental de la cosmovisión medieval determinado por la Divina Providencia. La experiencia del tiempo escatológico judeo-cristiano impone una forma de ser al discurso histórico.

En la modernidad –cristiandad secularizada desde la perspectiva del tiempo– la historia cobra forma en su intento por sacar a la luz sus propias leyes, que tanto la ideología como la ciencia burguesa intentan escamotear. Son las leyes sociales que en su despliegue lógico las que nos aseguran un horizonte de emancipación para la humanidad. Para responder a la pregunta antes planteada vamos a seguir la línea de reflexión que Lewkowicz plantea: “¿Qué es hacer historia? En principio, hacer historia se dice en dos sentidos. Hacer historia en un primer sentido, en el sentido más regular de mi profesión, consiste en escribir un relato, escribir una historia ya acontecida: describir, narrar, analizar, conocer es el trabajo propio de los historiadores de gabinete. Pero hacer historia también es historizar en lo real. Ese es el otro sentido. Cuando uno hace historia, historiza: no sólo escribe lo que ya ha sucedido sino que también la acción real y la intervención efectiva produce una historización de los fenómenos en los que de hecho se está interviniendo. Hay una historización actual, una operación que desarticula las temporalidades resistentes. Una operación que reordena las temporalidades, una operación que, al hacer advenir un término nuevo, manda o reordena los términos a un pasado. Este es el trabajo de historiador ya no de gabinete sino de trinchera. Pienso en Marx cuando escribe El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.”(Lewkowicz)

Establezcamos una diferenciación entre dos prácticas historiográficas: el estudio anticuarista del pasado, por un lado, y el discurso histórico instituyente de sentido a través de una operación de intervención, por el otro. Es decir, de la historia como actividad pasiva a la pasión por la historia, como diría Lucien Febvre. La fuente histórica (en todas sus variantes) es el elemento fundamental para la reconstrucción del pasado, es el registro que las generaciones precedentes nos otorgan para que los historiadores reconstruyan sus acciones. Ahora, ¿Qué relación se puede establecer entre las fuentes como material fundamental para la historia y el Estado como meta-estructura? Siguiendo la idea rectora de Benjamin que plantea que toda historia lineal es la historia de los vencedores, podemos establecer que todas las fuentes clásicas con las que cuentan los historiadores son fuentes estatales, es decir, que están incluidas en las re-codificaciones de sentido que el Estado genera sobre el documento, todo documento ya sea que forme parte del poder o de la resistencia al poder, ha sido formateado en las operaciones lógicas que lo incorporan a una trama de sentido determinada por las formaciones molares mayoritarias, y están inscriptas, en consecuencia, en una temporalidad que no lo es propia.
El tiempo a-temporal de la sociedad informacional libera a la historiografía del uso compulsivo de la fuente (clásica) sea ella escrita u oral. Las fuentes y los documentos estatales tienen un lugar otorgado por la codificación del Estado: son las representantes de un tiempo pasado, de sus huellas[1].
¿Cuál es la función de la fuente en un contexto de fluidez y recomposición permanente? ¿Qué pasado pueden llegar a representar si la temporalidad no es más lineal, secuencial y homogénea?
Si entendemos al discurso histórico como la lucha por el significado de la historia, el tiempo a-temporal de la sociedad de la información libera a la historia de su sesgo positivista, escatológico y teleológico. De este modo, empieza a perder importancia el hecho de ir a buscar en las fuentes la representación del pasado porque éste no se liga más con el presente de forma mecánica: la fuente está dislocada en un contexto de fluidez, tanto como la relación presente-pasado-futuro que le daba su consistencia y su legitimidad.
El pasado existe en tanto que objeto pasado, lo que se puede llamar pasado-en-sí fragmentado de todo vínculo con el presente. La sola apelación a las fuentes no basta para generar un enlace entre las múltiples prácticas que se producen en un contexto de dispersión generado por la velocidad del tiempo real y la pérdida del poder del Estado en la garantía de un futuro.
La historia es lucha por el sentido antes que el estudio del pasado-en-sí. Si la desvinculación temporal es nuestro tiempo, el estudio de la historia por medio del uso de las fuentes clásicas genera un discurso histórico de tipo anticuario, es decir, un estudio del pasado-en-sí que no rompe con las líneas historiográficas hegemónicas, pasando a formar parte del caos informacional de los espacio de flujos.

El discurso histórico está comprendiendo laboriosamente que lo propio de su eficacia no se reduce al conocimiento en trascendencia. Quizá en poco tiempo -la actividad decidirá si se logra o no- el discurso histórico termine por constituirse como disciplina de intervención. Cuando una disciplina es de intervención, entonces, la presencia efectiva del que opera es productora de los fenómenos que observa.(Lewkowicz) Disciplina de intervención, la historiografía se tiene que re-componerse para enfrentar los cambios en las experiencias del tiempo que se produce por medio de la crisis del imaginario moderno y la irrupción de forma radical de las nuevas tecnologías en el escenario social. Esto obliga a abandonar la posición historiador de gabinete y devenir creador de sentido, productor de lazos entre las experiencias sociales que navegan perdidas en la exhuberancia de información, a través del discurso dador de significado. En otras palabras, es el historiador por medio de su intervención quien constituye la relación entre el pasado y el futuro.

Para una disciplina de intervención se necesita un historiador de trinchera que no contemple las leyes de la historia sino que reordene los fragmentos que produce esta nueva era informacional que atraviesa y reconfigura la experiencia social.



[1] Para clarificar este tema podríamos citar las discusiones entorno al lugar que se les otorgo a los militantes de los años 60-70 en el juicio a las juntas. Este refiere a la posición de victima del terrorismo estatal “Nadie podía dudar de que habían sido victimas de una represión violatoria de todos los derechos humanos; pero antes que eso habían sido guerrilleros que optaron por las armas para acceder al poder. Mas allá de los procedimientos jurídicos legítimos para la estrategia de la fiscalía la figura de víctima opacó a la del combatiente y éste quedó en el exclusivo y pasivo rol del sacrificado.” Sergio Bufano (p42).

jueves, 13 de septiembre de 2007

La potencia de las redes.


En La production de l’espace, Henry Lefebvre nos presenta un modelo básico acabado de orientación de los organismos en su mundo. Su idea es efectivamente una metafísica de la producción del espacio, basada en el criterio de que los organismos se orientan en el mundo «produciendo espacio». Para Lefebvre, sobrevivir y prosperar no implica disponer del poder a través de las moralidades esclavas o sobre los medios de producción. Todo consiste en encontrar nuestro rumbo en el mundo, y más específicamente la orientación en el espacio, nos orientamos en el mundo produciendo espacio.
En rigor, el modelo utilizado por el autor para la orientación y producción del espacio es la araña, esta araña produce el espacio para orientarse, lo hace a partir del principio de mímesis. Por medio de la mímesis, por medio del reflejo y la imagen de su propio cuerpo el organismo extiende su propio cuerpo a través del espacio, a través de lo que Lefebvre llama una serie de simetrías y disimetrías. Teje su tela a través del espacio, produciéndolo y conquistándolo. Merced a la producción del espacio, un cuerpo se extiende por el mundo copiándose simétricamente y disimétricamente en su red y ocupando el espacio.
La metafísica del espacio de Lefebvre es una mímesis, que mediante simetrías y disimetrías produce una red, un imaginario espacial. Al tejer la red, los organismos tejen también su imaginario y extienden su poder a una parte del espacio. Esta mimética se convierte en un poética del espacio, en la cual lo orientación en el mundo es asimismo una cuestión de significado.

Lash.

Como ya se sabe, español se ha elegido la palabra red como traducción del inglés web. Lo cual no es erróneo. Pero web en inglés, es también telaraña. Y en este sentido se utiliza en la jerga internacional de la informática. (La world wide web no es otra cosa que una telaraña global, una red de redes que se extiende por todo el planeta).
¿Pero cuáles son los rasgos similares y cuáles, en cambio, los distintos en la comparación entre red informática y telaraña? Sabes que la red y la telaraña tienen algo en común: ni la una ni la otra son creación ex nihilo. De la misma manera que la telaraña es «proyectada», «construida» y «gestionad» por una araña, es difícil de concebir una red informática sin alguien que desarrolle un papel equivalente de la araña.
Sin embargo, esta interpretación es relativizada. Por que a diferencia de cuanto ocurre en la telaraña, en la red no se puede hablar de una araña, y solo de una, que desde un privilegiado lugar central proyecta, construye y gestiona la totalidad de la red. La araña sería superflua, por cuanto las tres funciones antes mencionadas son (¿o deberían ser?) desarrolladas por una imprecisa interacción de todos los usuarios de la red, usuarios capilar y homogéneamente distribuidos por doquier en el planta.

Maldonado.

Cuando una red distribuida ataca, acosa al enemigo con un sin numero de fuerzas autónomas que golpean un punto determinado, en todas direcciones al mismo tiempo, antes de desaparecer en seguida y regresar a su medio.
Desde una perspectiva externa, el ataque en red se describe como un enjambre por que parece que no tenga forma. Como la red no tiene un centro que dice las ordenes, los que solo piensan en los modelos tradicionales creen que no hay organización de ninguna especie y solo ven espontaneidad y anarquía. El ataque en red se compara con las bandadas de pájaros o de insectos de las películas de terror: una multitud de asaltantes necios, desconocidos, inciertos, ocultos e inesperados. Pero si se contempla el interior de una red, se observa que sí hay organización, racionalidad y creatividad. Es la inteligencia del enjambre.

Negri.

La maquina social alteña fue capaz de dispersar a la maquina militar estatal, y para hacerlo debió desbordar sus propias organizaciones y dirigentes. Ahora bien ¿Cómo funciona esa maquina dispersadora o inhibidora? Veamos algunas muestras. En primer lugar, los planes que el movimiento utilizó, o imaginó para defenderse y atacar: pulga, sikititi, taraxchi y wayronko, entre los más destacados. De forma resumida el plan pulga es una forma de bloquear caminos o calles por la noche, de forma rápida y retirandose al instante, similar a la picada de la pulga: miles en distintos lugares y simultáneamente. El plan wayronko (escarabajo de tierra), consiste en marchas y bloqueos relámpagos para distraer a las fuerzas represivas, sin ruta ni plan previo como el vuelo del escarabajo que no parece tener una dirección previsible. En el plan sikititi (hormiga colorada) las comunidades “marchan en línea”, por ultimo el plan taraxchi es la movilización masiva para estrangular las ciudades.
Todos estos planes de acción tienen un carácter rizomático como la vida de los animales que los inspiran.

Zibechi

lunes, 3 de septiembre de 2007

Estado, Flujos y Nodos

Denominamos «fluidez» al momento histórico en donde el tiempo imaginario que orienta la experiencia social se desvincula del tiempo identitario y en el cual la política se retira a favor de las tecnologías de la información y comunicación como dinamizadora de la comunidad global.

En este contexto el objetivo de los Estado-Nación se modifica: forman parte de una densa red descentralizada con el objetivo de ir articulando los flujos que los nodos predominantes que emanan constantemente.

Por nodo entendemos a los elementos activos que constituyen una red. Cada nodo está vinculado con otros por medio de flujos de información, capitales, inmigrantes, concimientos, etc. No encontramos nodos totalmente hegemónicos en una red descentralizada, algunos se conectan mediante la necesidad de mantener los flujos de capital-información circulando constantemente, otros se relacionan por medio de flujos de inmigrantes. Hay una un gran número de nodos desconectados ya sea por auto-exclusión (repeler los flujos) o por falta de capacidad para atraer los flujos a sus nodos dependientes, formándose los agujeros negros del capitalismo informacional.

Cada Estado-Nación es una máquina que produce un corte, una extracción de flujos circulantes. Una vez integrada a los circuitos reticulares los Estados intervienen en la gestión de atracción de los flujos necesarios para no quedar desconectados de la red. No hay diferencia entre nodos a la hora de gestionar flujos ya sean de trabajo, inmigrantes o información-capital.

Para Deleuze la sociedad no es otra cosa que una instancia social particular llamada «socius» o cuerpo pleno atravesada por flujos de toda naturaleza. Siguiendo las definiciones del economista Daniel Entier, Deleuze propone una primera definición nomial de los flujos: “se puede llamar flujo al valor de las cantidades de bienes de servicio o de moneda que son trasmitidos de un polo a otro”; el concepto de polo es el primer concepto por relacionar con el de flujo; el flujo en tanto que mana sobre el socius, entra por un polo y sale por otro.” Deleuze (Cours Vincennes: naturaleza de los flujos). En esta definición los flujos están vinculados a los polos de transmisión que en nuestro caso no son otra cosa que los nodos constitutivos de una red. Entier continúa: “se llamará polo a un individuo o una empresa o bien un conjunto de individuos o de empresas, o aún de fracciones de empresas… Allí, están definidos los interceptores de flujo.” (Deleuze). Nosotros agregamos a este conjunto de polos receptores al Estado como un polo o nodo receptor o productor de flujos, depende del caso. Que el Estado se reconfigure como nodo fundamental de una red descentralizada, no lo convierte en indispensable: un nodo, por las características de la red, no puede controlar todos los flujos que circulan por su entorno. Nuevos nodos se van articulando espontáneamente a la red sin ninguna planificación de los nodos centrales. Hay, también, nodos que se desconectan no por la intervención del nodo-Estado, sino por la desarticulación de los flujos que vinculan una configuración local con los nodos de otras redes, también locales.

En efecto, el Estado adopta una posición de ambivalencia permanente en las formaciones de tipo reticular o en los espacios de los flujos. Su función es retraer o contener los flujos que se atraviesan el socius. La codificación o los cortes en los flujos dependen del tipo de configuración situacional.